martes, 25 de noviembre de 2008

Todo vale

Merece la pena leer este artículo de Juan José Millás.

Juan Goytisolo


Con motivo de la sobradamente merecida concesión del Premio Nacional de Literatura a mi admirado Juan Goytisolo, recibido por su parte con un pasotismo sorprendido y sincero, exclusivo de quien está de vuelta, otro punto a favor, me gustaría poder glosar Makbara, Reivindicación del conde don Julián, Paisaje después de la batalla, Juegos de manos, Las semanas del jardín, Las virtudes del pájaro solitario o varios de sus ensayos, autobiográficos o no. Por fortuna (en el sentido ambiguo del término), no me veo capaz más que de decir dos o tres patochadas. Lo he olvidado casi todo. No sé si dar gracias a la memoria fallida por la posibilidad abierta al goce de nuevas lecturas o si maldecir mi suerte. Baste con mi felicitación y con mi reivindicación de la reivindicación de Juan Goytisolo.

Vale



P.S.: Goytisolo me ha gustado siempre mucho, pero lo he estudiado poco. Para ver fisuras, como siempre, la peor novela: Carajicomedia, en este caso. Ahí se le ve el truco.


domingo, 23 de noviembre de 2008

La niña y el buitre

La niña y el buitre puede parecer el título de una fábula. En cierto modo, lo es. Lo que no está tan claro es qué moraleja se ha de extraer.





En 1993, Kevin Carter, uno de los mejores fotógrafos de lo atroz, esperó --se concreta de manera invariable que unos veinte minutos-- hasta que el buitre entrara en plano y desplegara sus alas (aunque no lo hizo), para efectuar el disparo y cristalizar el momento. Se lo sirvió a quienes nunca soportaríamos haber estado allí. Algo más de un año después, se suicidó dejando atrás una desconcertante nota sobre el dolor del mundo.

El debate generado hace algo más de quince años, cuando le fue concedido el premio Pulitzer por la espeluznante imagen de que hablamos, quizá lo marcara. La incidencia de la muerte de otro miembro del Grupo Bang-Bang, su amigo Ken, en un lugar donde bien pudo haber estado él mismo --y quizá deseara haber estado--, unida al consumo de drogas de todo tipo que lo fueron deshaciendo y al establecimiento democrático de Mandela --con el corolario del fin de la violencia--, entre otros asuntillos de índole personal, hicieron el resto.

No me interesa en absoluto saber si ayudó o no a la niña, con mucho, la cuestión más demandada. Carter no estaba ahí para eso. Nosotros ni siquiera estábamos y, sin embargo, formamos parte de ese menos del veinte por ciento de la población que consume casi el noventa por ciento de los recursos del planeta. Reconocemos las desigualdades y nos consolamos con la existencia, como se decía en la Teología de la liberación, de estructuras de pecado de las que no nos sentimos responsables. Se acusó e imprecó al periodista por la espera macabra, se dijo que al otro lado del objetivo había otro buitre, pero ¿quién es el carroñero?

No se comprende con facilidad, me temo, que la fotografía no es el mundo, como no lo es un dibujo o una novela. Es solo su representación. Una representación artística de la realidad, que conmueve, suscita la reflexión y, como muchos de los trabajos de Carter, puede promover actuaciones globales. Cualquier valoración moral sobre el autor está de más y, en este caso, por si no bastase, me parece que el juicio yerra. La distancia. Esa es la clave para entenderlo. También Valle era distante, y Cervantes. La realidad que nos ofrecen... perdón: la representación de la realidad que nos ofrecen resulta, por lo menos, de la misma crudeza.

Vale.

sábado, 22 de noviembre de 2008

Un título para el blog

No es fácil poner un título antes de escribir. No se sabe por qué derroteros deambulará cada post, si se orientarán a un mismo fin o si, por el contrario, desaparecerá toda coherencia a las primeras de cambio. Primero se trabaja; el título llega luego, por aquello de que los últimos... etcétera.

Han caído los dos es una canción excepcional. No representa, sin embargo, lo que aquí va. Acepto sugerencias.

He considerado "Tranquilación", que me hace gracia --soy así de simple-- y "Mi cerebro es una rosa", de un poema desgarrador de Panero sobre el que escribí unos propios hace años, que ya quedan demasiado lejos de quien soy (no hablaban de lo mismo, lo digo por las dudas).

Después de tanto andar muriendo, me he decantado, también de manera provisional, por En la línea de sombra. La novela de Conrad, ahí está. Esa edad en la que si no se decide la vida que se pretende llevar, la vida lo termina decidiendo a uno, sobre mí desde hace demasiado tiempo. Pero este no es un blog íntimo ni se debe esperar confesiones personales más allá de lo que dice de uno lo que piensa sobre este o aquel libro, sobre este o aquel autor. Todavía me resta decoro.

Vale.

viernes, 21 de noviembre de 2008

Vicky, Cristina, Barcelona

No es seguramente la mejor película de Woody Allen, pero Vicky, Cristina, Barcelona, logra su objetivo: que se hable de infidelidad, de tríos, de sexo, de amor... De lo que no se habla con tanta sencillez es del tema de la película: la infelicidad, la insatisfacción, la frustración, como se prefiera llamar. Al menos no giraron alrededor de ese asunto la conversación ni las impresiones de mis acompañantes. Pero es el tema.

Vicky, por cobardía --qué malo vivir con miedo--, será infeliz. Aceptará su vida rutinaria, y penará pensando en lo que pudo ser y no será. Cristina, por imperio del tedio producido por su insaciable apetito de experiencias, otro tanto, pues no halla su lugar, arrastrada en una espiral sin rumbo.

Si la búsqueda frustrada o el miedo que atenaza y la aborta son las opciones, el panorama no puede resultar menos halagüeño.

Mejores explicaciones, en comentarios, por favor.

Vale.



Giulia y los Tellarini, banda sonora underground de la película, para leer con música de fondo.

jueves, 20 de noviembre de 2008

La polémica cúpula o la política en el arte.

El arte de la política es una cosa. La política a secas, otra bien distinta. El arte, desde luego. Este no es un lugar para debatir ideas polémicas; la política lo es, ya que atañe más que fundamental, exclusivamente al ámbito emocional. Esta incursión, que no lo es tanto, solo se aproxima al tema para constatar la esterilidad de la intervención política en el arte. En el Arte, en realidad.

He podido leer por ahí que solo tres o quizá cuatro artistas en el mundo podrían haber acometido una tarea como la que acaba de culminar Barceló ya que el espacio, abrumador, supera las posibilidades de casi cualquiera. El arte de Barceló ya resulta, de suyo, discutido, pero que se pretenda so pretexto de alguna bobada reprobar al ministro Moratinos, siempre en el ojo del huracán, constituye un exceso más de ciertos mequetrefes.

La cúpula me parece espléndida. El coste, con ser mucho para una economía doméstica, no supone un gasto desmesurado en otros términos, menos aún si se considera el resultado y su perdurabilidad. Bastaría que este señor hubiera escayolado el techo de cualquier estudio de mala muerte para que por su sola intervención su precio de mercado ascendiera a ese montante.

También en Mallorca se armó la gorda con su famoso tríptico (realizado de una pieza, curiosamente). No sólo es más visitado y conocido que cualquiera de los gaudís de la catedral, sino que supone su sello de identidad. También el tríptico me parece magnífico, lo mejor de ese interior sombrío que solo con dificultad puede transmutar el recogimiento --qué eufemismo-- en devoción salvífica.

Vale.





domingo, 16 de noviembre de 2008

La crisis, con humor



Leopoldo Abadia en "Buenafuente"

Del pensamiento analógico


Cualquier tipo de aprendizaje nos enfrenta siempre al dilema de aventurarse en lo por el momento desconocido, lo cual no deja de producir cierta inquietud. Alguien puede mostrarnos la puerta, abrirla, incluso, pero quien debe trasponer el umbral es el quien aprende. No se me ocurre mejor imagen de esta metáfora que la foto de un gran artista español, que ha logrado revitalizar el concepto, el ingenio, al lado del sueño, la imaginación, el surrealismo. Me refiero al conocido arco de Chema Madoz, que va sobre estas líneas.

Lecturas juveniles

Quizá mi hora resultara temprana y nunca he sido demasiado convencional con los libros que me interesaban, o eso me ha parecido de cuando en cuando, pero yo leía otras cosas a los doce o catorce años que La tejedora de la muerte, un bodrio cuya lectura se encomienda a los nenes de algunos institutos, por lo que sé, de Madrid. Hacia la página treinta, ya se adivina el final. ¿Qué más se puede decir en detrimento de una novela de misterio, con afanes de género de terror?

Yo volvería a los de siempre. Pero no está en mi mano.

Los girasoles ciegos: la peli

Fui a ver Los girasoles ciegos, la película, aun a riesgo de que me decepcionara. El director no me ha terminado nunca de convencer --salvo en La lengua de las mariposas, gracias, en buena medida, a Fernán Gómez--, pero la intervención del último Azcona fue incentivo suficiente sobre una ya extraordinaria base en el libro de Méndez.

Me decepcionó. Era de esperar.

Trata dos de las historias, lo cual es más que suficiente en algún sentido. Sin embargo, pese a Javier Cámara y Maribel Verdú, que no están mal, la interpretación cojea cada vez que aparece en pantalla el actor que hace de cura, cuyo nombre no me interesa recordar, además de que no lo hago de manera espontánea. Curioso lo que flojea una largometraje de tantas pretensiones como para emplear uno de los versos de la Fábula de Polifemo y Galatea, de Luis de Góngora: "infame turba de nocturnas aves", queda escrito en la gruta donde se ha cobijado la pareja huida, como si fuera la del cíclope. De poco sirve si no es para marcar la distancia entre lo que pudo ser y no fue y lo que finalmente ha sido. Dejemos descansar las letras de una de las mejores obras de la literatura española y olvidemos la película, gracias a la cual, no obstante, se ha vendido un poco más, como siempre.

Vale.

jueves, 13 de noviembre de 2008

El mundo en guerra

Últimamente no salgo de la guerra. Acabo de terminar de ver las 26 horas del documental más conocido sobre Hitler y otros demonios. Después de poner los ojos por un instante en algunos miles de los varios millones de cadáveres que produjo el conflicto, me ha llamado la atención una anécdota que condensa como pocas el sinsentido de lo sucedido o, al menos, de parte de lo sucedido. En un momento determinado, muy avanzada la guerra, un soldado inglés relata cómo se ve superado por la situación al no hallar modo de explicar a un ermitaño que se lo demanda que los americanos luchen en Italia contra los alemanes y que haya italianos en los dos bandos.