martes, 2 de septiembre de 2008

¿Una cuestión de género?

Comenta Rodrigo Fresán en las "Efemérides" con que concluye su Historia argentina que a pesar de que se lo preguntan una y otra vez, sigue sin poder responder a quienes, preocupados, pretenden saber si el libro en cuestión es:
a) Un libro de cuentos
b) Una novela
Y añade: "Todo parece indicar [...] que la opción correcta es c)."

Aunque lo que importa es más bien que sin ninguna duda se trata de una obra literaria de altísimo nivel, y aunque comparto la falta de preocupación del autor por este tema, nos hallamos, claro, en lados opuestos de la misma ladera. Él escribe. Yo, como mucho, escribo sobre lo que escribe. Y como percibo, además, que se trata de una tendencia, me gustaría poder explicarlo. Solo he leído otro libro de Fresán, y se encuentra también situado en la opción c). Se trata de La velocidad de las cosas. Pero no me refiero solo a la literatura que hace el del irrealismo lógico y la teoría del glaciar, sino que sigue la estela, por ejemplo, Prisión perpetua, de Ricardo Piglia; desde luego, la intertextualidad (o intratextualidad) de Roberto Bolaño, está fuera de discusión, pero parece que no llega a condicionar el género de Llamadas telefónicas o Putas asesinas, pongo por caso; e, incluso, aunque la autonomía de sus partes me parece mayor que la que hallamos en Historia argentina, Los girasoles ciegos, de Alberto Méndez, tiene algo de esto, en la dirección en que puede haberlo en Kundera (El libro de los amores ridículos).

Para mí, Historia argentina, es una novela. Una gran novela. Algunos de sus relatos, los primeros, sobre todo, gozan de mayor independencia que otros, pero todos disponen de una interpretación más profunda y armónica si se conciben como parte de la totalidad, allá donde el juego entre vida y ficción se divide en una decena de planos paralelos de diferente entidad, sustancialmente en manos de un narrador principal más o menos implícito, según los casos, o delirantemente explícito en algunos.

Quizá no baste que, como he hecho alguna vez de manera apresurada, se achaque esta fragmentariedad de la novela, este carácter plural o pluriforme del género a la Posmodernidad del zapeo y de internet. Seguro que algo de esto hay de fondo, pero incluso con una concepción del mundo tan estúpida, se pueden sostener extraordinarias creaciones. Para muestra, un botón.




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