viernes, 6 de febrero de 2009

Días de vino y rosas


No hace demasiado tiempo, en los albores de este proyecto de blog, hablé de algunas obras en torno al alcohol. Una de las mejores películas de amor, con vapores etílicos por doquier, es el clásico de Blake Edwards, interpretado magistralmente por Jack Lemmon y Lee Remick. La adaptación de David Serrano del original de J. P. Miller (en versión de Owen Mcafferty) no desmerece, en absoluto, la memoria de aquella. Se ha inclinado por la sencillez de un ñaque, ha despojado el escenario de lo inútil, no solo de la presencia de otros actores, sino de elementos contingentes. Todo tiene su función. Todo es útil. Una buena dirección de Townsend en la misma línea.

Las interpretaciones de Carmelo Gómez, siempre sólido en las tablas, y de una espléndida Silvia Abascal, por momentos por encima del otro agonista, resultan una grata sorpresa para quienes no han olvidado el desgarro o la ternura a que mueven los personajes del film. Esta última, una actriz a quien ahora lamento no haber seguido con continuidad desde sus divertidos orígenes en Pepa y Pepe, se ha convertido en mujer bellísima que dista mucho de aquella adolescente juguetona, pasota, y una extraordinaria profesional.

En definitiva, ha sido uno de los mejores momentos que he pasado en el teatro en los últimos años. No me paga el teatro Lara, ¿eh?

Vale.

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