Con su novela Estupor y temblores, Amélie Nothomb nos introduce en el Japón empresarial del que, aunque me interesa menos, hay un eco autobiográfico en la novela. El título, que remite a la actitud que debe mantenerse en presencia del Emperador, sintetiza el tema de la obra. Sobre todo el estupor (al fin y al cabo, los temblores son a lo sumo su corolario, si es que no el humor).
Podredumbre empresarial, envidias, zancadillas, arbitrariedad, existen en todas partes. El choque cultural no se halla en la diversidad de sentimientos o conductas, sino en su motivación. A igual estímulo, divergentes reacciones aquí y allá.
Excesiva la dureza de la bronca del gordo a Fubuki, la ninfa que enamora a Amélie (el personaje), violación simbólica sin duda reproducida centenares de veces en la cultura occidental, pero inmensa tolerancia y sumisión niponas por parte de esta; paradójica prohibición de hablar el idioma que ha llevado a la joven a ocupar un puesto en la multinacional, contradictoria caída laboral por un trabajo bien hecho a iniciativa propia, más o menos; terrible frustración femenina en el país, incluso en caso de éxito profesional; curiosas protestas ante la injusticia que repercuten en el beneficio de la madre empresa: Todo esto y algo más, en un par de horas de lectura amena. No está mal, aunque me costó regalar a cambio La especie elegida.
Vale.
jueves, 11 de diciembre de 2008
La cara oculta de oriente.
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