Revisando mis apuntes de la carrera para el bonito tema de Semántica de las oposiciones, encontré un pequeño trabajo que improvisé para Violeta Demonte en una de las asignaturas que, por entonces, impartía en la UAM. Versaba sobre una duda que manifestó en clase y que quise responder. Veréis qué (e)lucubración absurda. Quede aquí, con Dios.
"Acerca de barrendero"
La dificultad de segmentación que presenta el término "barrendero" no ofrece lugar a dudas. No existe en castellano una presunta raíz *barrend-. Si consultamos el DRAE, hallaremos barrer, barredero, barredura, barredor e, inexplicablemente, barrendero.
La existencia de la secuencia -nd-, hace pensar en la eventual procedencia de la voz de un participio de futuro pasivo, lo cual introduce la dificultad de explicar el cambio semántico acaecido, así como su independencia de la raíz primigenia que parece haber dado amparo a los restantes términos de su familia.
Por otra parte, la tendencia de la nasal hacia la síncopa, en el caso de admitir que la totalidad de estas palabras tienen origen en el participio referido, no parece tan acentuada (salvo en algunos casos, como el prefijo trans-) como su inclinación a la epéntesis. La nasal, en efecto, puede cambiar (rencilla > reñir; cfr. Varela, 1996), pero no suele perderse, sino todo lo contrario, como puede observarse en los siguientes ejemplos (tomados de notas personales en cursos de Ramón Lodares, RIP):
MATTIANA > manzana
MACULA > mancha
La inserción de la nasal podría deberse en estos casos a un fenómeno de asimilación progresiva y refuerzo consonántico.
Volvamos al principio: Barrer procede del latín: VERRERE (la segunda E, breve, aunque no puedo marcarlo) > barrer (con el cambio disimilativo de la primera vocal). Sería lógico suponer que para el profesional encargado de realizar esta actividad, en el momento en que surge la necesidad de creación lingüística, se gestara una formación como: Barrer > *Barrero (cfr. profesional dedicado a barrer). No obstante, tal derivación colisiona con la palabra barrero (i.e. "alfarero"), que se debe desenvolver en contextos sintácticos idénticos a los de la mala formación anterior. Ello da lugar a la interposición de una dental, suerte de interfijo, como rasgo fonológico pertinente para la distinción de ambos derivados, suscitando un caso análogo al de panadera <> Barre(d)ero
Con todo, la distinción no resulta suficiente por la debilidad de la dental sonora intervocálica (fricativa en la pronunciación relajada), por su tendencia a caer. No hay más que observar la pronunciación de los participios en nuestros días. No es óbice, sin embargo, para la existencia de barredero, pues su categoría gramatical es distinta, motivo por el que no entra en conflicto.
Así pues, la necesidad de la lengua de un término adecuado para designar la profesión del que barre, pervive. No resulta suficiente barredor, que se refiere a cualquier persona que realice la actividad de barrer y que pertenece, asimismo, a la categoría de adjetivo. Para solucionar la cuestión diferenciando netamente los dos vocablos en disputa, se produce una epéntesis de nasal. No es una banalidad que se trate justamente de este sonido. En la secuencia fónica, la nasal que precede a la dental sonora (fricativa entre vocales) oclusiviza a esta última. Así se obtiene una formación más estable, capaz de distinguirse nítidamente de barrero, respondiendo a las necesidades expresivas consignadas.
En conclusión, el término barrendero procede, conforme a esta hipótesis, por derivación de barrer, a través de dos epéntesis sucesivas que refuerzan, consonánticamente, una distinción pertinente desde el punto de vista fonológico.
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