Aunque llevo un enorme retraso con las reseñas o comentarios de libros recién leídos, quiero dejar una nota sobre Camino, de Javier Fesser.

He podido ojear (en internet no se puede hojear) numerosas críticas de la película, siempre con mayor detenimiento las que procedían de miembros declarados del Opus Dei o, cuando menos, simpatizantes encubiertos. Lo cierto es que me parece un largometraje muy bien acabado. Nada que objetar en lo formal, supongo. Por ejemplo, el sorprendente manejo de la música, es un acierto. El contenido y su posible referente histórico es lo que ha generado polémica. Como por desgracia me ha tocado ver en alguien muy próximo muchas de las realidades que ahí se representan (absoluta separación de géneros en todo momento y lugar, censura epistolar, aunque se niegue, renuncia a todo vínculo afectivo preexistente --familiar o no--, etc.) y conozco algunas otras cosas que no figuran en ella, dejo la cuestión de lado y recuerdo que solo a base de talonario fue excluida esta organización del catálogo de sectas vigente en Alemania, pongo por caso. El talonario, siempre tan a mano, cuántas cosillas les ha resuelto.
Solo escribiré una idea. A pesar de que esta gente sigue pensando --con razón, porque obligan a pensar-- que los libros son peligrosos, a pesar de que por eso redactan sus consabidas "calificaciones doctrinales" y prohíben casi de todo a sus prosélitos, no reparan en que el lector es esencialmente libre, no parecen darse cuenta de que el "cierre", resulta fundamental para cualquier obra "en movimiento" --diría Eco--. De este modo, la edificante vida de Bernadette no puede ser otra cosa para una niña enamorada que la historia de su amor por Antoine. Y nada más. Y nada menos. La muerte de Alexia, cuyo proceso ignoro y carece de todo interés para mí, bien me parece que puede inspirar la creación de Fesser.
Por terminar, el burdo maniqueísmo de que se tilda cualquier metáfora de la película, constituye la sustancia de la religión que profesa ese grupo, para no hablar de que, verbigracia, que confluyan en la ficción la Obra de Escrivá y la obra de teatro infantil no dista demasiado de la metáfora misma del creador del Opus, para no hablar de que la profundidad del Gran teatro del mundo puede llegar mucho más lejos, si se quiere, de la mano de un sacerdote del siglo XVII. En cuanto a los elementos oníricos... a mí me encantaron. Parece que algunos comentaristas no saben distinguir el sueño y la vigilia, como no saben tampoco diferenciar realidad y ficción porque no están dispuestos a tolerar en esta o en aquel elementos que discutan su fe. Pero claro, que el mundo se divida en bien y mal, alma y cuerpo, santos y pecadores, no es maniqueo. Dispensen ustedes. ¿En qué estaría yo pensando?
La peli hay que verla. El dramón y lo que va debajo.
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