
En la línea que abriera Marcel Duchamp con su conocida "Fuente", la tal Tracy Emin presenta su "Cama deshecha" (1998) como arte encontrado, o cosa semejante. Perdonen la ignorancia, por no decir la estupefacción, que abre este blog. Creía que desde principios del siglo XX, el Arte, con mayúscula, había rodado lo suficiente como para ofrecer mejor rostro que sábanas sucias, tampones y ropa interior usados, condones tirados por ahí y demás. Duchamp sorprendió y, con su ingenio, abrió vetas desconocidas hasta entonces.
Emin me recuerda aquella performance de no sé qué grupo rompedor que, contra lo establecido por la convenciones sociales, decidió presentar su obra en cueros; sí, señor, en pelota picada... pero ni eso: Quizá les pareciera más provocador mantener ocultas las partes pudendas y recibir al personal en seductores --o no tanto-- calzoncillos, o más bien que por no ser, ni rupturistas. He aquí la historia. ¿Pero de qué me habría de escandalizar a estas alturas si cada vez que me acerco al mar ando en porras por la playa, si veo Madrid desde el palomar con el tibio solete dándome en el culo al vivo? Es la provocación que no provoca, el ingenio sin ingenio o su exacerbación estúpida y manida --uno de los casos refutables, que diría Marina--. Pero tontos esféricos, o sea, tontos los mires por donde los mires, hay por doquier, recuérdese que su número es infinito. El menda que soltó --y eso sí me resulta provocador-- 240.000$ por esta maravillosa demostración de la personalidad de la autora que figura en la foto, pongo por caso. O los que se paran veinte minutos con gesto adusto delante de un cuadro de Malevich, o sumamente interesados por cuatro brochazos de Rothko.
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