Hace unos años escribí un trabajo sobre Lorenzo Oliván que me servirá en próximas entradas para reflexionar sobre un par de temas que me interesan, como la delimitación de los géneros literarios o la cosmogonía como telón de fondo de la literatura. Lo dejo por aquí, de punto de partida.
El mundo hecho pedazos de Lorenzo Oliván
“El aforismo es el discurso que mejor se acomoda a una realidad fragmentada” (J. A. Marina, Elogio y refutación del ingenio)
1. INTRODUCCIÓN
Seguramente Lorenzo Oliván no es una primera figura. Apenas ha merecido menciones en las obras de carácter general . Tampoco figura su nombre en todas las antologías. No creo, sin embargo, que la naturaleza de los factores que determinan esa situación sea el criterio de la falta de calidad de sus poemas sino, más bien, su reciente emergencia, a pesar de que sus primeras obras datan de 1988, pues es en los últimos años cuando parece haberse hecho un hueco en todas las nóminas.
Esta falta de asidero crítico, aunque genera alguna incertidumbre a la hora de sostener opiniones y ha de mostrar numerosas lagunas personales me permite, no obstante, una gran libertad en el comentario, que intentaré aprovechar.
2. LORENZO OLIVÁN . RESEÑA BIOGRÁFICA. NÓMINA DE OBRAS.
Lorenzo Oliván nació en Castro Urdiales (Cantabria) en 1968. Es autor de los libros de poemas Único Norte (Pre-Textos, Valencia, 1995), y Visiones y revisiones (Qüásy-editorial, Sevilla, 1995), con el que obtuvo el premio Luis Cernuda. Codirigió la revista de literatura Reloj de arena y actualmente codirige Ultramar y colabora con la revista cultural de El Mundo.
Ha sido incluido en la práctica totalidad de las antologías de poesía contemporánea recientes que conozco. Así, aparece en Selección nacional. Última poesía española, de J.L. García Martín, en Poesía española de ahora, de J. Magalhaes, en La poesía más joven, de Bejarano y Poetas de los noventa, de Piquero, en Milenio, Poesía Ultimísima, de Basilio Rodríguez... La proliferación de antologías es desbordante y, como ha indicado más de uno, hace de ellas un instrumento de estudio cada vez menos útil.
Más relevante parece señalar su preterición en algún caso, no por aislado menos significativo. Me refiero a la antología de M. García Posada, Poesía española, donde también faltan otros autores imprescindibles. La omisión no debe sorprender demasiado puesto que el volumen recoge, como reza el subtítulo, La nueva poesía (1975-1992). Hasta esa fecha había publicado Oliván Cuatro trazos (Biblioteca Oliver, Oviedo, 1988) y algo después La eterna novedad del mundo (La Veleta, Granada, 1993, con prólogo de Andrés Trapiello), obras con las que se introduce en el género del aforismo o la imagen, de la prosa que no lo es tanto o en absoluto al que también pertenece el libro del que nos ocuparemos pero que acaso no resultaran lo suficientemente valiosos como para destacar a su autor entre los seleccionados aquí.
Oliván es, asimismo, traductor. En este ámbito se ha ocupado de una amplia selección de la obra de Keats, publicada bajo el título de Belleza y verdad (Pre-Textos, Valencia, 1998). Trataremos de identificar el posible influjo de esta tarea y de la poesía de Keats sobre el libro que vamos a comentar: El mundo hecho pedazos.
3. LOS POSTNOVÍSIMOS .
Se ha alineado a nuestro poeta entre los postnovísimos si bien, por su edad y otros factores creo que se halla en una posición especial, tal vez a caballo entre estos y la siguiente promoción, aún en ciernes.
Con el fin de enmarcar la obra de Oliván en el seno de su generación, criterio que, aunque usualmente denostado, me parece útil todavía, esbozaré en estas líneas el perfil de la cuestión, los factores que definen la actitud poética del elenco de escritores al que se suele adscribir al que nos ocupa.
Se puede apreciar en la ya citada obra de Sanz Villanueva la dificultad existente en ausencia de tradición crítica en el trance de documentar y señalar auténticos cambios de actitud y apuntar direcciones nuevas en la poesía del momento. En la época de su publicación no había despuntado todavía, por poner un solo ejemplo, García Montero, entre los poetas de su hora. Por tanto, este autor se limita a consignar que la importancia política de una fecha como 1975 justifica la presencia de un apartado dedicado a la poesía escrita con posterioridad, fundado además en la aparición de una nueva caterva de autores. De su lectura se infiere también que no había manera de precisar los rasgos comunes a todos ellos o de unos cuantos. Por eso piensa que:
No es del todo exacto hablar de grupo porque, a diferencia de lo que ocurre con algunas tendencias anteriores, los nuevos poetas no se identifican con una estética colectiva y predomina, creemos, la práctica de una poesía personal -dicho de otro modo, de las individualidades- aunque dentro de una cierta tónica de época.
Lo cual, por motivos distintos de los sugeridos por el autor, no me resulta completamente falto de razón. En verdad, la estética de los postnovísimos, desde el nombre, se refiere a un alejamiento de la generación antecedente, pero no configurada en oposición destructora sino que opera al margen de ella , igual que los poetas coetáneos a los novísimos pero tardíamente incorporados por la crítica, como Juan Luis Panero; en su periferia, digamos. De ahí el sesgo particular que imprime cada poeta a la hora de posicionarse.
La fecha de 1975 le parece en cambio a Miguel García-Posada, a pesar del subtítulo de su antología, según reconoce debido al editor, intrascendente: la poesía, a su juicio, ya había iniciado nuevos rumbos antes de la muerte de Franco.
Lo que resta por esclarecer, en realidad, bastantes años después de la redacción de aquellas páginas, no es la existencia o no de un grupo, generación o como se guste, actualmente fuera de toda duda, sino qué autores comprende, hasta dónde alcanza, por qué cauces se desenvuelve, y otras cuestiones anejas que se dilucidarán con una mayor perspectiva temporal y estudios oportunos, no oportunistas.
Añadiré que suele mencionarse bajo esta denominación autores de tendencias muy dispares nacidos entre 1953 y 1968 aunque se incluyen en la nómina algunos poetas que, como Andrés Trapiello, nacido en 1952, empezaron a publicar de forma tardía. En el mismo caso podría hallarse nuestro poeta, pero en cabo opuesto, el que precisa del trascurso de un tiempo para poder discernir con claridad entre creadores y epígonos. Con todo, Oliván no demoró demasiado la publicación de su primer libro y, desde entonces, ha sido bastante prolífico, por lo que no veo óbice a su adscripción a los postnovísimos o generación de los ochenta, como la llaman otros, en principio. Máxime, teniendo en cuenta que la diversidad de tendencias, que para Basilio Rodríguez supone la abolición del tradicional movimiento de péndulo de la poesía española, por superación, da cabida sin problemas a casi cualquiera. Lo que no implica que no pueda gestarse una incipiente nueva generación de poetas cuyo signo está aún por ver, y digo incipiente porque no creo que Rodríguez Marcos, Carlos Briones, Carmen Jodra y Antonio Lucas tengan en este momento, juntos o por separado, entidad suficiente para ser considerados “la generación del 99” o de “fin de milenio”, como quieren algunos.
La corriente dominante de los postnovísimos ha sido – y es- la poesía de la experiencia (denominación mayoritaria) o figurativa (nombre que asigna Gª Martín a la poesía de la experiencia y a la poesía impresionista ). Oliván, en el libro que comentamos, no se adhiere claramente a una u otra, contra lo que se pueda pensar, prima facie, al leer las reseñas de la solapa.
Aquí me detengo. No es este lugar de enumerar o comentar por extenso las características comunes a este grupo, señaladas de manera coincidente por la crítica , con cierta buena voluntad, a partir de la palinodia de Jaime Siles (1991) y, por supuesto, del prólogo de Luis Antonio de Villena a su antología, de orden fundacional. Comentaré, eso sí, al hilo de la exposición, algún rasgo concreto que se manifieste en El mundo hecho pedazos, como la ficcionalidad del yo del autor, o alguno del que se distancie sobremanera, si es menester.
4. EL MUNDO HECHO PEDAZOS. EL AFORISMO. LA IMAGEN. EL HUMOR.
El mundo hecho pedazos, Pre-textos, 1999, es el último libro conocido de su autor, Lorenzo Oliván, poeta joven, en el límite ad quem de la generación de postnovísimos, dueño de una voz propia, singular. Lo que sorprende, después de más de diez años de dedicación a la poesía y con numerosos libros en su haber, con una carrera bien encauzada, digna si no consagrada, es una declaración como la que abre el prólogo, que suena a excusatio non petita. Dice allí:
Quiero suponer que el lector de este libro va a ver en él una huella, por muy leve e imprecisa que sea, de poesía. Al menos, el que esto escribe ha perseguido en los fragmentos que vienen a continuación (lo fragmentario siempre está cerca de lo poético) la perspectiva y la musicalidad de ese género.
Yo no dudo de la adscripción del libro al género poético, con independencia de su mayor o menor lirismo, si se me permite el término (cualquiera habría resultado igualmente vago en este contexto), pero lo cierto es que no hay un solo ingrediente tradicional del mismo en lo atinente a la forma, por lo menos, ni siquiera versos, aunque esto habrá de ser matizado. Están presentes a menudo, en cambio, la intensidad, la densidad, el enigma de todo buen poema.
La poesía, continúa el autor, se concibe como un espejo que devuelve la “mirada interior”, indagadora, del hombre, en palabras de Keats. Perdida la mirada adámica de niño asombrado de su libro La eterna novedad del mundo, queda sólo El mundo hecho pedazos: “¿Han probado ustedes a intentar reconocerse en un espejo hecho trizas?”, concluye el prólogo.
Como explica el poeta, el libro consiste en una sucesión de breves fragmentos en prosa, agrupados en diversas secciones. Una de mis mayores preocupaciones a la hora de redactar estas líneas consiste en dilucidar la ratio de cada sección. He desistido de hallarla en algunos de los casos. La intertextualidad es muy grande y el carácter breve y fragmentario de los poemas permite, salvo que se nos ofrezcan fundamentos en contra, su diversa ubicación. Por ello no creo que nos encontremos en presencia de un libro orgánico. Desde luego, no es narrativo. Sin embargo, algo que no puedo precisar me impide afirmar la mera yuxtaposición de los poemas.
Me voy a detener en los aspectos que, como lector, más me han interesado del libro: el humor y el aforismo. El mismo Oliván sugiere como subtítulos de sus páginas “intuiciones y dudas” o, mejor, por más explícito, a mi parecer, “imágenes y aforismos”. Idéntico motivo le condujo a llamar Visiones y revisiones su libro anterior, complementario de este, aunque formalmente muy distinto. También trataré de insertar el libro en una tradición. No hablaré de influencias sino de similitudes, porque no me constan las lecturas de Oliván, sólo las mías: las que el libro hace revivir por semejanza o contraste.
El mundo hecho pedazos es una visión radicalmente nihilista de la realidad cotidiana. En este aserto pueden incluirse casi todas las reseñas del libro que han llegado a mi conocimiento:
Oliván nos hace ver que las cosas que forman el mundo no son solamente los nombres que las denominan, sino auténticos misterios cotidianos cuya verdad más honda sólo puede conocerse mediante la poesía. (Juan Bonilla, Fin de siglo).
Lorenzo Oliván sabe mirar y ver. (Gª de la Concha, ABC).
...Un poeta que con solo cuatro trazos consigue crear ante los ojos asombrados del lector la imagen de un mundo a la vez cotidiano e insólito. (Gª Martín, La Nueva España).
Como se observa, los críticos suelen dejar de lado la dirección del contenido, quizá porque a pesar del desamparo que perfilan los poemas, consigue imprimir la huella de una sonrisa, aunque sea amarga. Este es el mayor acierto del libro, a mi juicio, y será el tema básico de mi exposición.
Aforismos, apotegmas, máximas, sentencias y otras denominaciones. Influencias o similitudes.
Ya dejé constancia de que al autor –y al editor- le parece que los poemas se remiten al género del aforismo, más ensayístico que poético, dicho sea de paso. El aforismo se define como “sentencia breve y doctrinal que se propone como regla de alguna ciencia o arte” (cfr. DRAE). No tengo inconveniente alguno en admitir en sentido lato la denominación preferida por el poeta o cualquier otra de las recogidas en el epígrafe, así como las de proverbio, concepto, greguería, epigrama, paradoja, anatema... todas ellas invocadas por algún escritor en un momento u otro para referirse, si se adopta cierta laxitud, a lo mismo. El propósito que me guía en este instante es el antes sugerido de inscribir el libro del que hablamos en el seno de una tradición.
No se observa en los fragmentos de Oliván carácter doctrinal o moralizador alguno, lo que los separa de la mayoría de las denominaciones propuestas. Al menos esa es mi impresión. Carecen de rima. No presentan disposición alguna en versos. Su redacción en prosa merece algún comentario porque este modo de hacer del autor se aleja de uno de los rasgos característicos de su producción anterior así como de los poemas “inéditos” posteriores incluidos en las antologías más recientes. En Único Norte, por ejemplo, hay un poema titulado “Como un aviso previo” que recrea una de las obsesiones del libro que venimos comentando, pero lo hace de la siguiente manera:
Como un aviso previo
al zarpazo final,
definitivo,
la muerte va arañando
recuerdos
que olvidamos.
En Visiones y revisiones, otro tema recurrente del poeta, desde el prólogo, se retrata así:
Mantiene el cielo a raya a un horizonte
esforzado en tender al infinito
y le hace ver el vértigo furioso
que da asomarse al fondo de uno mismo.
En esa línea podía rastrearse un antecedente inequívoco en Machado (“Proverbios y Cantares”, Juan de Mairena); también en los epigramas de Catulo y Marcial, a través de la adaptación de los autores del Siglo de Oro (Hurtado de Mendoza, Castillejo, Alcázar, Lope, Góngora, Quevedo...) o, más recientemente, en Rubén Darío, Martí o el propio Gil de Biedma, referencia máxima para los nuevos autores. Sin embargo, nada de esto hay en El mundo hecho pedazos. La prosa es la forma poética adoptada a ultranza por Oliván. Ignoro de donde procede esa decisión con la que hasta el autor parece dudar del género en que se mueve. Pero no es el primero en llevarla a término. Desde luego, trae a la memoria a Juan Ramón, sobre todo, en lo metaliterario, que también aparece en Oliván como espina dorsal temática, aunque podemos remontarnos a Gracián , por esta senda. Otros autores implicados son Ramón Gómez de la Serna, a quien me referiré más adelante, y Bergamín.
Como aforismo, presenta cada poema un pensamiento, un cruce, una intuición, de contenido diverso y hasta contradictorio, en lo que ha de verse un poso de ironía, como veremos. De ahí que haya traído a colación la paradoja, de Unamuno. O el anatema, de Cioran. Este último, dueño de una contradicción coherente , asumida, como la de Nietzsche, autor también de aforismos, y ya por completo en el ámbito del pensamiento filosófico o ensayístico, como se entiende desde Montaigne. Tanto los anatemas, es decir, las composiciones más breves – y descreídas- de Cioran, como la paradoja de Unamuno coinciden con algunos poemas de Oliván en la mueca amarga que no llega a sonrisa, en el humorismo, y aquel, en el nihilismo, en la acción imposible propia de Shopenhauer, también implicado en esta fórmula .
Las secciones del libro. Temas. Símbolos.
Ya he advertido de la dificultad que he encontrado para debatir este epígrafe. No añadiré sino el hecho de que haber hallado alguna tendencia de contenido en secciones como “Menudos pájaros” o “Ver para crear” , me impide eludir la búsqueda en las restantes. Pese a todo, no me parece un libro orgánico en sentido convencional, algo fuera de las posibilidades de la forma de los poemas, a mi entender; en particular, por las referencias continuas de una sección a otra, que los hace, en puridad, ocasionalmente intercambiables. Por este motivo, prefiero hablar de temas y de símbolos que recorren el libro a la manera de un río, con todos sus meandros y vacilaciones en cuenca y caudal.
Hace no mucho expuse algunas ideas generales acerca del simbolismo, de su concepto, de sus implicaciones irracionales o transracionales, de sus rasgos... Pues bien, nada de todo aquello es necesario para explicitar el sentido de superficie de los símbolos empleados por Oliván. No creo que deba ser considerado un demérito de su obra pero, desde luego, su simbolismo es banal, vacuo, incluso. Y pienso de este modo porque de otra manera no habría sido posible al autor activar los resortes del humor, una de las claves del poemario.
Oliván predica la ascendencia borgeana, más que discutible, de su operación simbólica. Dice, y discúlpese la extensión de la cita:
Puede que la novela sea, como decía Stendhal, un espejo colocado en mitad de un camino, que refleja la vida que pasa. Pero la poesía es siempre algo más. Es un espejo enfrentado a uno mismo, en el que se ahonda nuestra mirada y se vuelve indagadora, hasta hacer a menudo que de repente nos veamos en él reflejados como auténticos extraños. Es también el espejo borgiano, puesto bajo sospecha, porque abre la puerta al inconsciente, al símbolo y a las suposiciones metafísicas (...)
No hay un solo símbolo de esas características en todo el libro. Ninguno que pida réplica al inconsciente, ninguno que conduzca al porqué de la existencia humana. Como mucho, hay metáfora, imagen, o simbolización pedestre, más que meramente cotidiana, si se quiere.
Por ejemplo, los relojes simbolizan o, más bien, representan, implican, conllevan, manifiestan el paso del tiempo; la calavera o el esqueleto, la muerte y sus consecuencias (cuando sugieren el paso del tiempo aparece la simbolización); la bombilla, la idea y, a veces, el hombre mismo; los árboles, la vida y, en ocasiones, el padre, el hombre, el maestro; las palmeras, en concreto, una mujer; el animismo se extiende a los animales, sobre todo, el perro y el gato como formas de ser o tipos de personas; y así podríamos seguir. Véanse algunas muestras:
Las bombillas se matan de un disparo mudo cuando comprenden que sus estambres no polinizarán jamás a otras bombillas.
Qué gran paternidad la de los árboles, que saben darles a cada una de sus ramas un camino hacia la luz.
Cuando un tren en marcha se cruza con otro también en movimiento, nos parece que ese otro es el único que corre, decidido. Igual le pasa a mi vida al cruzarse con otras.
Los perros guardan en sus miradas la tristeza de saberse indignos por haber antepuesto a su libertad la garantía de comer a diario.
Podrían multiplicarse, pero creo que basta con los aducidos para una primera impresión.
Ya he adelantado que, en la base sobre la que se sustentan los demás temas y motivos, aparece un sentimiento de desamparo. Su expresión es muy diversa: angustia por el paso del tiempo y sus efectos, la muerte que asoma en pleno día, la escopeta de feria, i.e. la falta de solución posible a los problemas, la cristalización de lo que la Teología de la Liberación llamó estructuras de pecado, que insensibilizan al hombre ante las injusticias, la falta de fe en Dios, en la Iglesia y en el género humano, el temor de la nada tras una vida que a lo mejor no lo es tanto... en definitiva, el mundo hecho pedazos. Hecho pedazos por la presentación del mundo en pequeñas dosis, en poemas que lo desmenuzan para el lector; y hecho pedazos, también, por la mirada crítica de un hombre adulto. Y aún pervive el humor. Otras líneas de exploración interesantes son el pensamiento y sus mecanismos y la poesía. Casi siempre se sacrifica, sin embargo, la hondura en favor del humor, del chiste, del juego de ingenio. De ahí que su crítica social, por ejemplo, no sea militante: divide el mundo en buenos y malos, ricos y pobres, mujeres (como tópico: coquetas, dueñas de una belleza efímera...) y esqueletos, sabios y necios, políticos, abogados y otros seres innobles versus poetas, excepto los arribistas . Si atendemos a la simplificación a que conduce el proceso de generalización propio del chiste se observará que podría impedirse una crítica directa que dejara impronta, salvo por recurrencia. Pero no es así, y hay que anotarlo en el haber de Oliván. Estoy pensando en una posible influencia, por contraste incluso, de Beltrán o en el calado social de los poemas de Juaristi, justamente porque ninguno de ellos se hace notar por sus escasas dotes humorísticas. El humor, como hace poco decía Gª Berlanga, es una de las más eficaces y acerbas armas para la crítica, aunque algo de pose tiene la de Oliván . Abordaré, a título de ejemplo, el tema de la poesía, uno de los más optimistas acaso, después de algunas muestras de lo antes sugerido:
Todo tiene un precio en la vida y, por eso, el no tener dinero en ella se paga demasiado caro.
La vida es un cuento atípico en el que su (sic) final no da sentido a todo lo anterior, sino que hace que todo lo anterior no tenga ningún sentido.
La conciencia es un árbitro que, como todos los árbitros, arbitra mal, porque no ve, o no quiere ver, la mayoría de nuestras jugadas.
De novios no discutían por nada. Se casaron y ahora es por nada por lo que más discuten.
Existen cobardes a los que les consuela la muerte del hombre valeroso porque pasan a hablar de una cobardía inteligente.
No comulgo demasiado con los demás hombres porque he recibido de ellos demasiadas hostias.
La Justicia no es que sea ciega, es que siempre hace con los mismos la vista gorda.
La democracia, el estado de las apariencias, ha enseñado a los políticos a saber estar, no a saber ser.
Mi alegría es como la de los cohetes en días de fiesta. Siempre esconde a la mirada de los otros todas esas varas quemadas que caen.
Cómo se ríe el tiempo de que las fotografías eternicen el instante ... en un papel.
Los necios van por la vida de “incogito”, ergo son.
Parece que Oliván se ajusta a la verdad cuando define su proceso de creación asegurando que “hay que sorprender siempre a la realidad más común y cotidiana en flagrante actitud poética” y al añadir que su “estilo literario es el de un triste al que las palabras deparan algunas felicidades”. Afirma que escribe “mucho con los cinco sentidos y sólo lo imprescindible con el sentido común” y, como declaración de intenciones, valga este fragmento: “Cierro todos mis pensamientos con un punto, pero confío en que todo lector, llegado a ese punto, ponga dos más.” Finalmente, como hemos reiterado en lo que esto precede, asegura: “Por mi pupila mira el niño aquel que fui. Pero, por desgracia, por mi boca ya habla quien soy”.
El humor. Concepto. Recursos. La imagen. La greguería.
Resulta muy difícil exponer el tema al que nos enfrentamos. No es que esté exento el panorama actual de autores que empleen ironía, sarcasmo, parodia, sátira o, simplemente, el chiste en sus composiciones, pero los resortes profundos que mueven la risa, o la sonrisa, permanecen, a mi juicio, sin esclarecer lo bastante. Abundan los distingos que no calan, las explicaciones genéricas o las alusiones, sobre todo, las alusiones a la ironía de tal o cual autor, al sarcasmo del otro... como si la cuestión de conceptos se resolviese gracias a los ejemplos.
Un buen intento, pertinente a mi objetivo, es el estudio de Bousoño : para él, la poesía no puede consistir sólo en conceptos, pues los conceptos, en cuanto tales, han perdido el carácter individual de contenidos intuitivos comunicables que lo poético forzosamente ha de exigir ya que en poesía de lo que se trata es de conocer no lo general, sino lo particular, un contenido psíquico que nos parece individualizado. El lenguaje conceptual es manifiestamente genérico por definición. Aunque cabe una poesía del pensamiento, el pensamiento poético ha de hallarse empapado de afectividad o sensorialidad. La esencia del pensamiento poético consiste en que lo colectivo, lo común a todos se diga individualizadoramente, ligados los componentes racional e irracional de la composición por un lazo indisoluble que arrastra de manera implícita a aquel del que no nos hacemos cargo en primera instancia. El pensamiento poético en Bousoño tiene una enorme vinculación con la imagen. Pero, por concretarme a lo que nos ocupa, lo que hace sugestiva la teoría de este poeta es que nos provee de un aparato metodológico que permite la exploración de los mecanismos receptivos merced a la enunciación de unas leyes comunes a la poesía y el chiste, en los siguientes términos:
Primera ley: modificación de la lengua o norma. Un modificante actúa sobre un modificado para convertirlo, dentro del contexto, en un sustituyente que significa el sustituido.
Segunda ley: adecuación de los procedimientos poéticos, adecuación metafórica.
Tercera ley: asentimiento al autor.
A ellas habría de añadirse lo relativo a rupturas de sistema (caps. XV y XVI, op. cit.) para poder desarrollar un estudio completo del humor en la poesía de Oliván, pero sólo acometeré la parte más superficial: la verbalización y la imagen.
Oliván emplea diversos metaplasmos :
Calambur: “El problema es que todos queremos triunfar en la vida yendo por el mismo atajo y terminamos, por eso, a tajazo limpio.”
Paronomasia, incluso expresa: “Suplicio y suplico son dos palabras que tienen por qué parecerse”. Es más interesante cuando la combina con una frase hecha o expresión, en una referencia literaria o filosófica o un título, distorsión leve que conduce a un significado completamente distinto, a semejanza de: La destrucción o el humor, de Salvago o Diario de un poeta recién cansado, de Juaristi . Es un procedimiento en que destaca, sobre todo en la paronomasia in absentia, es decir, en la sustitución del significante esperable por el uso habitual de la frase, repentinamente modificado: es ahí donde se produce la ruptura. Alguno de los títulos de sección es buen ejemplo: “Ver para crear”. Me recuerda a Gloria Fuertes en este aspecto. Como ella, no se limita a este único procedimiento, aunque la variedad es algo menor de lo que pensé en un principio.
La quiebra de la frase hecha o aforismo no se limita al plano fonético o del significante. A veces, requiere algo más. Veamos un caso de mezcla: “Dime con quién andas y te diré de qué pie cojeas.” Por descontextualización o creación de un contexto insólito: “Una miga en una cama, por pequeña que sea, siempre se crece.” Por trivialización, en un proceso semánticamente inverso al anterior: “No somos nada. Ciframos la razón de nuestro existir en lo mismo que los pollos y las gallinas: pienso, luego existo.” Aquí se observa uno de los recursos más comunes, dos, en realidad, la antanaclasis (que parte de la homonimia) y la anfibología (fruto de la disemia o polisemia), tan difíciles de diferenciar, explotados de manera extraordinaria a lo largo de todo el libro. Otra muestra más: “La abogacía se ejerce siempre en imperfecto.”
Otros juegos lingüísticos, semánticos y semióticos implicados son la ironía, la paradoja, el sarcasmo o el diálogo absurdo de raigambre celiana o casi surrealista :
- No hay amor que resista un análisis. En el amor es mejor no saber.
- ¿Pero no saber qué?
- No lo sé, mejor no saberlo.
El neologismo: “No entiendo por qué se dice hipocresía y no hipercresía. Debe de ser tan sólo una hipocresía más.” El aprovechamiento semántico de la prosodia: “¿He de dudar absolutamente de todo en esta vida sin sentido?”, etc.
Como creo que se ha expresado suficientemente, los procedimientos de Oliván requieren la síntesis de metáfora y humor, exactamente igual que las greguerías de Gómez de la Serna. La influencia más decisiva, la huella más clara de este autor sobre el nuestro, al margen de la duda sobre el género en que se inscribe, radica en el uso de la imagen, abundantísima en El mundo hecho pedazos, como si quisiera entrar por los ojos directamente hasta el pensamiento. Sólo aportaré dos ejemplos, el segundo, un cuento peregrino titulado “Cardióloga y morena”:
“Las raíces de los árboles son los nervios con más calma del mundo.”
“Aquella hermosa médico, cardióloga y morena, me aplicó el fonendoscopio, lo giró un poco en mi pecho y me lo abrió, como si de una caja fuerte se tratara, metió mi corazón en su puño, se dio la media vuelta y se marchó.”
A modo de conclusión pueden servir las impresiones de Estébanez Calderón sobre la greguería: Agudeza conceptual, metáfora y humor, son los elementos implicados en estas composiciones, definición de lo indefinible, captura de lo pasajero, la asociación inesperada. Tal vez es algo más que un mero juego lingüístico, tal vez expresa un modo de aproximación a la realidad, una forma de conocimiento e, incluso, una actitud ante la vida. Palabras todas ellas que pueden aplicarse al quehacer de Oliván.
NOTAS
1 Sanz Villanueva no lo menciona ni una sola vez (op. cit. infra); sólo tres veces la obra coordinada por Rico (op.cit.en la nota siguiente).
2 Los datos de este epígrafe proceden de fuentes diversas: desde la solapa de alguno de sus libros hasta obras generales de literatura, he aprovechado lo que me ha sido posible, dada la escasez de material existente.
3 También de 1988 es Entorno tuyo (Oliver, Oviedo), según referencia encontrada en Historia y crítica de la literatura española, Los nuevos nombres, vol.9, p.142.
4 La bibliografía que empleo tanto en este apartado como en el siguiente no es muy amplia. No lo es, entre otros motivos, porque resulta inexistente para alguno de los temas a los que me referiré y nada abundante en relación con el autor del que tratamos. En general, se ciñe a los comentarios a modo de prólogo de las antologías de poesía contemporánea en que participa, a palabras del propio poeta sobre sus versos y a algunos artículos específicos, a veces en prensa, que citaré en su lugar.
5 Como a Santos Sanz Villanueva (Historia de la literatura española 6/2, Literatura actual, p. 9, Ariel, 1994), entre otros.
6 Para Darío Villanueva, la ausencia del acostumbrado parricidio generacional se debe, acaso, a la labilidad de los valores estéticos sostenidos o a su completa ausencia: “mas nos queda la duda razonable de si en vez de ser este un signo de armónica convivencia entre los ciudadanos y facciones que componen nuestra actual República de las Letras, no revelará por el contrario una cierta debilidad o desinterés intelectual por fijar posiciones estéticas e ideológicas, para lo que resulta inevitable con frecuencia que la afirmación de unos pase por su rechazo crítico de las posturas de otros (...)”
7 El lapso de quince años es tradicional, desde Ortega. Vid. los motivos que aduce Julián Marías para sostenerlo hoy. El criterio ha de ser, no obstante, flexible, como dice Sanz Villanueva.
8 Al hilo del comentario del vaticinio de Bousoño: poesía irracionalista.
9 Rastro este que pretende seguir, entre otros, Lucas, de la generación siguiente, en teoría
10 V.gr. en la introducción de Gª Posada a su antología, o en Gª Martín (cfr. Historia y crítica; también: introducción a su antología), etc.
11 El caso de este poeta ilustrará la complejidad de la crítica coetánea a la producción. Sólo ahora se observa a Villena como gozne o puente entre dos generaciones: instalado como creador en una, la de los novísimos, pero alejado de su epicentro por edad y atento, precisamente por ella, a los nuevos hallazgos.
12 Me refiero a El arte de la prudencia, colección de aforismos con glosa, de raigambre estoica.
13 “No me gusta contradecirme. A mi pensamiento, en cambio, le apasiona”, dice Oliván, con ironía.
14 Cito sólo algunos libros, ad exemplum: De lágrimas y de santos; Ese maldito yo; Alrededor de la Filosofía, El Anticristo, etc.
15 “Menudos pájaros” es un encabezamiento bastante transparente; “Ver para crear”, juego típico del autor, que analizaré en el último apartado y que se observa, también, en el título del libro, procede de Shelley que defendía que “la imaginación es capaz de crear lo que ve”. Pondré otro ejemplo: “El cascabel del gato”, sección que contiene el siguiente poema: “Los hombres me intentaron poner un cascabel. Entonces, sólo entonces, me hice gato.” Los enumero consciente de que, no importa lo aparentemente claros que resulten, no responden siempre al contenido esperado: “Luces de posición”, “Ver para crear”, “Materia gris”, “La escopeta de feria”, “Ojo avizor”, “Siete cuentos peregrinos”, “Menudos pájaros”, “Arenas de un desierto”, “El cascabel del gato”, “El mundo a picotazos”, “Las horas muertas”. Algunos de ellos serán interpretados después.
16 Para que se vea que no todo es de color de rosa en ese ambiente, un botón: “Las justas poéticas no suelen ser ni lo uno ni lo otro.” “Cuando a un gran artista se le agota el genio, deja de recuerdo un muy mal carácter.”
17 A Juaristi lo conozco por antologías. En cuanto a Beltrán, pienso en La semana fantástica, por ejemplo.
18 “No creo mucho de lo que digo, pero lo he pensado yo y, por lo tanto, no es ilegítimo que lo firme con mi nombre”, dice en un poema. Téngase en cuenta en lo relativo a la ficcionalidad del yo poético.
19 Teoría de la expresión poética, Madrid, Gredos, 1985, 7ª ed., de la que asumo los conceptos de asentimiento y modificación poética, así como el hecho de que el concepto lógico se distinga de su verbalización, de suma importancia para mí porque el talento de Oliván me parece esencialmente elocutivo.
20 Para la nomenclatura, véase Albaladejo, Retórica, Síntesis.
21 En Oliván encontramos, por ejemplo, una sección llamada “Siete cuentos peregrinos” remite a Gª Márquez, por sustitución del número, no por paronomasia.
22 “Si no fuera una afirmación demasiado tajante, podría decirse que todo escritor que convierte el lenguaje en problema acaba desembocando, más pronto o más tarde, en la parodia y desarticulación de los clichés y locuciones hechas, precisamente porque el carácter inamovible de estas expresiones estereotipadas las convierte en el último reducto en pie ante los embates innovadores del autor.” (F. Ynduráin, “Técnica de la greguería”, en Historia y Crítica, vol.7, pág. 224)
23 V.gr. presentes en Madera de Boj, sin ir más lejos.
24 No se olvide la corriente coetánea de tintes surrealistas, de Blanca Andreu, a la que se han apuntado otros esporádicamente (pienso en Beltrán, de nuevo).
25 Diccionario de términos literarios, Alianza.
domingo, 11 de abril de 2010
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